El hombre no es de ninguna manera un ser firme y duradero, es más bien un ensayo y una transición, no es otra cosa sino el puente estrecho y peligroso entre la naturaleza y el espíritu. Hacia el espíritu, hacia Dios, lo impulsa la determinación más íntima; hacia la naturaleza en retorno a la madre, lo atrae el más íntimo deseo: entre ambos poderes vacila su vida temblando de miedo. El Lobo Estepario, Hermann Hesse
lunes, 30 de agosto de 2010
Espejismos peligrosos
Me declaro bastante escéptica. No creo en cábalas, la alineación de los planetas, maldiciones de las cadenas de mails, que Santo Tomás deba beber el primer tereré o cosas parecidas.
La incredulidad y desconfianza son mis cartas más usadas, se las reconoce cuando aparece porque la ceja izquierda se levanta ligeramente y me delata la muy desgraciada.
El azar tampoco nunca ha sido mi aliado, en esa no puedo coincidir con el gran Roa Bastos. La única vez que estuve cerca de ganarme algo fue cuando tenía unos 9 años y en la escuela se realizaba una serie de sorteos, no recuerdo en conmemoración de qué, pero sí que había sacado un numerito y no tuve mejor idea que intercambiarlo con una compañera 10 minutos antes del sorteo. ¿Hace falta decir que uno de los ganadores fue el número que cambié?
Tampoco en el amor me ha ido como un cuento de hadas, así que no se cumple en mí el famosísimo dicho que me prometía que si en el azar me iba mal sería afortunada en el amor. Me siento como Damien, el anticristo que viene a romper con toda creencia o esperanza.
Pero hay algo que no deja de sorprenderme, algo que hasta hoy es infalible, no puedo ignorarlo porque es tan poderoso que a veces agobia, otras me llena de ansiedad.
Los presentimientos.
Cuando presiento algo inexorablemente sucederá, aunque nunca tenga la certeza de lo que ocurrirá, sin embargo, puedo intuir hacia donde apunta y si es bueno o malo.
Hace un par de días tuve uno, y apenas horas después este se materializó. Fue entonces que me di cuenta que no todas las veces es tan inesperado o sorprendente como creía, sino mas bien el resultado lógico de conductas, hábitos, vicios que tarde o temprano desembocan en lo mismo.
Estén colmados de optimismo o de un brutal pesimismo, estos vaticinios están basados en antecedentes, esos que en algunos casos, como el último que experimenté, quieren ser borrados para escribir una historia nueva donde los augurios difícilmente se convierten en realidad.
En ocasiones nos sumergimos en la negación, soñamos con que eso baste para torcer el destino y que lo inesperado nos pesque ingenuos, candorosos. Las quimeras permanecen latentes hasta que la crueldad matemática de las probabilidades las hace añicos.
Cuando las emociones, los sentimientos están involucrados es difícil ver, respirar la realidad como el humo incansable de estos días, solo nos complica, pero cuando llegamos a los momentos determinantes, como bien nos lo enseñó Einstein, no podemos esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo.
No niego la existencia de Milagros, una señorita primorosa y generosa me han contado, solo que a mí no me la han presentado aún.
lunes, 23 de agosto de 2010
La sonda de Copiapó
En mis lecturas infantiles yo quedaba estupefacta y maravillada con los cuentos de Julio Verne, un visionario impresionante.
Este fin de semana recordé una de esas extraordinarias historias que me hicieron recorrer lugares fantásticos, como cuando emprendí el Viaje al centro de la tierra.
Fue en el entretiempo de un clásico del fútbol paraguayo (Olimpia – Cerro Porteño) que la CNN me muestra un papel con letras rojas que decía: Estamos bien en el refugio los 33. Y tras 17 días hubo al fin una señal de los mineros atrapados tras un desmoronamiento.
El presidente Chileno, Piñera, que según el periodista que relataba lo acontecido no era alguien que mostrara sus sentimientos, se veía sumamente emocionado, los rescatistas con los ojos húmedos y una alegría incomparable en los familiares que hacen vigilia esperando por esos hombres.
Había leído los titulares y algunos resúmenes de esta noticia, aunque la verdad es que no le presté mayor atención a la que le doy a noticias relacionadas a Ricardo Fort, pero ayer me tocó de una manera distinta.
Me pregunté, que hice yo en esos 17 días, y siendo sincera no fue demasiado. Atornillada a mi rutina, entregada al aburrimiento, insulsa y displicente. Me cuestioné además como reaccionaría a 700 metros bajo tierra, contando con comida y agua para apenas 3 días.
El consumismo, la obsesión de la apariencia nos llena de ropajes, de máscaras y nos inventamos mundos que se derriban con el primer soplido. Compramos autoestima con la etiqueta de unos jeans, adquirimos status con un par de camisas, y llenamos nuestras vidas de cosas materiales y apariencias.
A veces nos olvidamos de alimentar lo imprescindible, el espíritu, el alma o como prefieran denominarlo, eso que en las profundidades y a sabiendas de que demorarás meses en volver a ver la luz del sol, sentir el afectuoso abrazo del ser amado y agradecer por simplemente poder sentir en la piel el inmenso desafío de vivir, será el baluarte de tu espera.
Ese estuche por el que nos desvivimos no resiste semejante situación y es seguro que tampoco imaginamos que pudiéramos atravesar circunstancias tan fuertes y reveladoras.
Quizás sea nuestra condición humana la de tener que tocar fondo para valorar lo esencial, que como decía el Principito, es invisible a los ojos, pues no se ve bien mas que con el corazón.
jueves, 19 de agosto de 2010
Cuando la ficción debería ser ya una realidad
Hace apenas un mes atrás anunciaban chochísimos desde “
Como yo me aburguesé hace unos 9 meses, es decir, me compré un auto, lo primero que me preocupó es cuan más lento se volvería el tránsito en las horas picos con esos gigantescos acordeones. Ahora que la ciudad de Asunción cuanto mucho cuenta con avenidas dobles -todas llenas de cráteres y tristísima señalización además- que no dan abasto a un parque automotor que crece desaforadamente cual gremlins de vedettes, ¿como sería con estos Goliats del transporte?
Antes de pensar en una respuesta antológica el que yo creía era mí mas fiel compañero me pidió a gritos un respiro y fue al taller mecánico, allí otra realidad me golpeó, la de viajar en ómnibus, lo cual es sumamente traumático, lo que casi olvido tras estos meses de pura felicidad.
Es que para viajar en bus en Paraguay tenés que entrenarte en el vale todo, ya que las paradas oficiales son solo un adorno inútil, les hacemos “la parada” en cualquier lugar menos donde deberíamos, no se forman filas para subir, las posibilidades de que te roben el celular son tan altas como las temperaturas veraniegas de esta tierra guaraní. Si sos mujer la pasás peor porque de seguro alguna franeleada o pincelada sufrís, alguna toqueteada de trasero, alguna respiración en la nuca, sin contar los callos que pueden causarte tus tacos tras una hora de viaje, y es que venís parada todo el trayecto.
Sí, esto del tráfico me ha convertido en una Lorenza Lamas, una eterna renegada. Es que si nos pusiéramos a pensar en el tiempo que invertimos en semáforos y embotellamientos el stress sería el doble del que ya padecemos.
Esas universidades que día a día publican estudios vanos sobre que las mujeres que visten mejor cuando ovulan por ejemplo, deberían abocarse de lleno a reproducir el exótico transporte utilizado por el Señor Spock en Star Trek.
Yo, aunque corriera el riesgo de que las orejas se me respinguen y deje de ser una terrestre para convertirme en Vulcana, utilizaría ese medio.
Sheldon Cooper, ese fascinante y odioso físico, definió que a pesar de que la máquina teletransportadora pudiera determinar el estado cuántico de la materia de un individuo, en realidad no estaría teletransportándolo, sino destruyéndolo en una ubicación para luego recrearlo en otra.
Así que basados en ese concepto, además de ahorrarnos tiempo, ira y contracturas sería una estupenda oportunidad de rehacernos tras cada viaje.
Dejémonos de dar vueltas, teletransportémonos YA!
martes, 17 de agosto de 2010
La historia sin fin
Martín fondeó su vaso y espetó toda clase de improperios en contra no de Paula, sino de las Mujeres en general:
- Histérica, loca, no hay po****** que le venga, por eso seguro la dejaron - y así hasta que olvidó hasta la dirección de su casa-.
La resaca del día siguiente no lo dejaba olvidar la desventura de la noche anterior, y lo que le dolía de verdad era no haberla reconocido, haberse dejado engatusar una vez más y haber caído redondito en ese juego donde el empate no existe.
Recordó que cuando la vio dijo: ésta es la nuestra, esta noche vos y yo tenemos fiesta le decía a su miembro mientras se acercaba. Está casi ebria, aunque no para que se me quede dormida, está en el punto exacto, divertida.
No era una mujer espectacular físicamente, tenía quizás algunos kilitos sobrantes, y su aspecto no era fresco y tentador, pero ese halo de atrevimiento y picardía que veía en ella eran suficientes para una noche de motel. Resultó que el halo fue más fugaz que lo que son las noches de touch and go.
Como era de esperarse su enojo y los cuestionamientos se trasladaron a todas las mujeres de su vida: amigas, hermanas, primas, compañeras, vecinas, etc. Ellas le han explicado algunas de las razones por las que las mujeres actúan de esa forma, como calienta pavas, y dieron algunos ejemplos:
1. Quieren pero la idea de cargar con el mote de zorra es mas fuerte
2. No sabías pero había otro en ese lugar, el que realmente le interesa, y fue una fantástica oportunidad de generar celos
3. Porque la dejaron y deseaba sentir que aún podía “levantar”
4. Es una perversa de la hostia y le encanta sentirse poderosa, jugar con los hombres cual títeres
5. Se le acabó la plata y aún quería seguir bebiendo, no se depiló, estaba con el período o simplemente está loca
Pero como es evidente no faltó la feminista que alzó el dedo índice, lo señaló y le exclamó: los hombres también son histéricos, un día te regalan el cielo y la tierra, después se borran, te meten a un freezer, solo frío podés sentir.
Eso llenó a otra del coraje suficiente y dijo, además no saben lo que quieren, desean mujeres putarracas, de esas loquitas que salen en la tele pero noooooo, esas no son para casarse.
Martín se levanta y dice, por supuesto que sabemos lo que queremos, pero cuando nos borramos, cuando dejamos de interesarnos es por una cuestión muy simple, nos cansamos de remarla.
Al final de cuentas, hombres y mujeres básicamente quieren lo mismo, embocarla. Las nenas el dedo en el anillo y los nenes el pitulín en la argollita.
¿El secreto será aprender a manejar los tiempos?
jueves, 12 de agosto de 2010
Naturaleza escorpión
Una mujer de 35 años que tras un largo período en pareja se encuentra nuevamente soltera se siente libre, cree haber recuperado su vida y su esencia, se convence que con la experiencia y la confianza que había ganado en ese tiempo podría manejar a su antojo cualquier situación que se diera con un hombre.
En mitad de una carcajada ve pasar a un atractivo varón, en 10 segundos pudo deducir que rondaba su edad, unos treinta y algo, emulando la visión de superman se percató que no llevaba anillo, y él al parecer tenía esa manía de héroes de comics porque llevaba una remera de Spiderman, una que dejaba notar una pancita cervecera.
Si lo examinara con sus sentidos lúcidos quizás no hubiera reparado en Martín, pero el alcohol hace que todo sea más lindo y vacilante, sin contar sus siete meses de sequía sexual. Su apetito era feroz.
Casi sin percatarse se encontró mirando de reojo constantemente a la mesa donde se encontraba, no dejaba de tocarse el pelo, su sonrisa era todavía mas amplia, cruzaba y descruzaba sus piernas haciendo resucitar esa falda a la que había dado por muerta.
No podía adentrarse en las conversaciones que mantenían en su mesa, toda su atención se dirigía hacia ese ejemplar de macho cabrío que la hacía alucinar con la fornicación. Inconscientemente muerde y lame sus labios, se sacude la ropa, toca sus pendientes, acaricia sus muñecas.
Hay cosas que no cambian, y a pesar de haber pasado la pubertad y la revolución de las hormonas, allí se encontraba ella, con las mismas mañas de coqueta, utilizando esos viejos artilugios que antaño tan bien le habían funcionado.
Bebía la helada cerveza que corría sin parar en su vaso, estaba sedienta, pero la Stella Artois no podía calmar esa necesidad incontenible de sentirse viva y tan pecadora.
La madrugada la aplastaba con una embriaguez elegante, tanto que no está segura de si realmente lo ve venir o simplemente es su deseo ardiente mezclado con su borrachera lo que la engañan.
- Vi que me mirabas y yo no pude evitar mirar tus piernas. Soy Martín.
- Vi que pasabas y no pude dejar de mover mis piernas. Paula.
Fueron hasta la barra del bar, se tomaron un par de cervezas y las palabras eran bombas atómicas cargadas de erotismo, el juego era candente, ella rozaba con sus rodillas sus muslos, posaba sus manos en sus hombros mientras inventaba alguna historia.
Susurran en su oído: Paula yo me voy, te quedas? Entonces ella le pasa la mano, le agradece la charla, el momento y los piropos, y agrega:
- Martín, Milan Kundera tiene la culpa.
Quizás el nunca entendió, pero para ella quedaba confirmada esa teoría esbozada en la insoportable levedad del ser:
“La coquetería es una promesa de coito sin garantía”
martes, 10 de agosto de 2010
Incomprendidas
Cada vez que se instala alguna transición me da miedo. Las transiciones no son fáciles de superar, sobre todo para nosotras, las mujeres. Y ello se nos complica aún más porque somos unas románticas incurables, veletas enamoradizas.
Es que esto se trata de enamorarse, de ese encantamiento fugaz pero fortísimo que nos excita hasta hacernos temblar, y Wilde decía que la única manera de librarse de la tentación es cediendo ante ella.
Me han repetido miles de veces que las oportunidades se presentan una sola vez y que es casi un deber aprovecharlas, no puedes dejarlas escapar porque podrías cargar con el peso del arrepentimiento por toda la eternidad.
Para las féminas no es una cuestión frívola ni superflua, sino una consecuencia lógica de lo dicho antes y de ese hipnótico candor que emana de las vidrieras en esta época de: FIN DE TEMPORADA!!!
Lo confieso, a mi se me afloja fácilmente la billetera ante una liquidación como a Tiger Woods los calzones.
20, 30, 40 y hasta 50% de Descuento, 2x1 y toda clase de ofertas por donde sea que vayas, los ves en vidrieras, en buses, columnas, machacándote con el marketing viral; se meten por todas partes, es como esa película protagonizada por Tom Welling (lo único rescatable), The Fog, donde esa densa niebla no perdonaba agujero alguno, vaya, creo que conozco a unos cuantos así, pero mejor no me desvío hacia esos inhóspitos caminos.
Es probable que ante los ojos de un escéptico o un practicista empedernido tus invaluables adquisiciones no resulten más que cosas inútiles e innecesarias, pero eso es solo por la incapacidad que tienen de experimentar esa sensación abrumadora de llevar engreída un vestido nuevo.
Lo que sí es absolutamente injusto es que esos descuentos no se apliquen cuando vas de compras porque rompiste con tu novio, tenés novio nuevo, tu ex ya esta con otra, tu ex aún no tiene otra, tu ex te dejo por otra, tu ex debe saber que no sos como otras, porque es probable que te lo cruces en cierto evento o porque querés que cualquier mujer con que te atravieses explote de envidia (conozca o no a tu ex).
Podrán decir que es una enfermedad, te desesperarás a fin de mes cuando ya no haya ni monedas, fraccionarás una y otra vez tus deudas, te aconsejarán y sabrás que tienen razón, pero la emoción de llevar puestos unos zapatos nuevos no la puede pagar ni siquiera una MASTERCARD (aunque el par que compré el sábado las pagué con VISA, pequeño plástico que descansa en mi freezer porque le saqué fuego en este invierno polar).
Mi nombre es Lincy Lu y soy una compradora compulsiva.
miércoles, 4 de agosto de 2010
Había una vez...
En más de una oportunidad habrás tejido historias basado en el HUBIERA. Yo tengo muchas, todo el tiempo, a veces sobre mi propia vida, y demasiadas otras sobre la de los demás, y aunque sea retorcido casi siempre son para nutrir mi particular humor y forma de ver las noticias (¿?)
Hoy, a medida que leía titulares éstas eran las cosas que hacían destellos en mi cabecita:
1.¿Dónde estaría y que haría Larissa Riquelme si la burkini fuera el boom del momento y lo único permitido? Miro sus fotos que pululan en Internet, sus poses perfectas me parece que no lucirían tan impactantes ni vendibles en ese traje. La imaginé como maestra de lenguas (sutileza) sin el az del desnudo.
2.Tacuara y el penal a España, si Casillas se hubiese lanzado pa el otro lado, o si Cardozo no hubiera pateado con la garra boricua de Ricky Martin, sino con la guaraní, bien arriero como Tiger Woods: Lilian Soto nos dejaría con las 6 horas laborales, Yolanda Park le devolvería el marido a la rubia y Sara Carbonero no sería mas que Sara Carbonero.
3.Si Chelsea no fuera Clinton: un apellido, un papá ex presidente, una mamá secretaria de estado y una fortuna son más que suficientes para que puedas casarte con un banquero, aún teniendo esa carita de Chelsea. Sin todo lo dicho probablemente estaría escribiendo un correo para cambio radical o sería la esposa de un Ministro del Interior, cualidades para eso le sobran.
4.Si la Casa Blanca no fuera Blanca, Obama, ¿hubiese querido ser Presidente? Tal vez estaría ensayando unos pasos de baile, abriendo una guardería y cantando We are the World.
5.Lo que sería si Paraguay tuviera mar, tendría de salvavidas a las top de HR Model con super trikinis, existiría elecciones de misses de todas clases y de todas las discotecas, cazarían tiburones blancos, habría derramamiento no de petróleo sino de materia fecal, en lugar de leche leche sería agua de coco, agua de coco. Igual iríamos a camboriú porque sale mas barato.
6.Lady Gaga le dijo a Vanity Fair que teme que el sexo le inhiba la creatividad. Si Lugo dejara de concebir hijos en el nombre del padre, ¿tendría mayor ingenio para conducir éste país?
7.Si el pájaro campana no fuera yeta Dany Durand y Clari Arias lo habrían contratado como mascota oficial (mmm..me parece que sí lo hicieron)
8.Si Cohelo fuera EMO, El Alquimista sería militante de Al Qaeda, andaría ametrallando a cuanto provocara sospecha razonable (como la Ley de Arizona) de que ser imperialista (Chávez dixit) pero cuando tuviera la fórmula se la vendería a la CIA para luego suicidarse. Su obra célebre sería sin dudas Verónica decide Morir.
PS: ácido, negro, sarcástico...que humor de mierda tengo.
martes, 3 de agosto de 2010
Síndrome Meucci
Oscuridad, un portón de madera y una impaciencia sin precedentes. Fue un día de reyes que asumí esta condición; no podía dormir así que vigilé esa entrada para corroborar la llegada de los camellos que cargaban los regalos anhelados. Casualmente las caras de esos desérticos animalitos se parecían asombrosamente a mi Mamá y mi tía Josefina. Por supuesto, como había aprendido de las películas trilladas que pasan en esas fechas, corrí y me tiré a la cama fingiendo astutamente un placentero sueño.
Creo que cuando descubrí el inacabable sabor de la primicia, de lo inmediato, me rendí ante al vicio y no he podido abandonarlo. Naturalmente como cualquier adicción cuando no lo tengo enloquezco, así de simple. No es un estado permanente, aunque más de uno pueda afirmar que estoy loca.
Con el arribo de la globalización, y todo ese fenómeno cibernético – cultural, fui saciada en muchos aspectos, sin embargo, no han dejado de existir villanos poderosos capaces de ir contra las tendencias mundiales y dejarte en jaque.
Poco importan la trascendencia, el impacto o la complejidad que las situaciones tengan, cuando las ansias se apoderan de tu voluntad, de tus pensamientos, de los latidos del corazón, todo pasa a segundo plano y el eje gravitacional de tu vida se convierte en uno solo hasta que se rompa el sacrosanto silencio con un armonioso timbre mp3.
Tengo una lista larga de cosas que detesto, pero ésta sin dudas la encabeza. Existe una gran variedad, pero la que me tocó en estos días es tremenda, y creo que atenta contra el uso racional de la energía y de mi economía porque como lo que debe llegar, no llega, me distraigo molestando a otros.
Séneca decía: Todo lo puede esperar el hombre mientras vive. Pero yo juro que no puedo, sencillamente porque la espera es directamente proporcional a la agonía previa a la muerte para mí.
Una respuesta quizás fútil, pero que me tenía famélica por oír sonar a mi teléfono y leer un par de palabras, asesinas del buen castellano por la atrocidad de las abreviaturas, nada más que a eso se reducía mi padecer. Llegó, pero no con la rapidez que la era digital y 2.0 me prometieron.
Aguardando por un puesto de trabajo, por noticias de alguien, para confirmar citas o datos, sea el contexto que fuera, quiero que quede constancia que cada vez que alguien dice: Te voy a llamar o te estaré llamado, está matándome.