Este fin de semana vi una película llamada Al diablo con el amor (I hate Valentine’s Day).
Y para qué negarlo, yo era una Genevieve; alguien que cree que el amor es algo maravilloso pero que tiene fecha de caducidad, que pasado el encantamiento no queda nada bonito y que realmente no valía la pena esforzarse por mantener algo que en definitiva solo te daba dolores, de todos los tipos.
Soy de las que frente al mundo me reía de Corín Tellado y entre cuatro paredes lloraba, suspiraba con esas tontas novelas cursi, puro rosa. Me burlaba de las canciones melosas, cortavenas pero que de tanto en tanto me hacían derramar lágrimas.
Sin dudas, todos venimos preparados para amar, para vivir el amor, el problema es que las formas son distintas en cada uno de nosotros. Además a algunos, ciertos espectáculos que presenciamos en algún momento clave de nuestras vidas nos condicionan en esa materia, tristemente para unos, por toda la eternidad.
En mi condición de fémina puedo afirmar que todas, hasta las que se las dan de superadas y poderosamente masculinas en sus concepciones amorosas, en momentos de debilidad esperan vivir su cuento de hadas con príncipes, la única diferencia, es que éstas no esperan que sean azules, más bien verdes o flúor.
Un Napoleón aún más pequeño de lo que fue, está dentro nuestro y planifica estrategias de defensa y también ofensivas potentes para no caer jamás en las garras de ese sentimiento tan insolente que nos empuja a cometer los errores más grandes como así también las locuras mas adorables.
Somos pequeñas cajas de pandora, al abrirlas no sabemos qué podemos esperar, y es que tanto tiempo hemos estado encerradas que solo podemos causar alguna que otra catástrofe cuando vemos los destellos del amor.
Una mujer ya es complicada en su naturaleza misma, nosotras aún más. Pero la cruda verdad es que: nos domina el miedo, y que tras esa armadura somos cristales fragilísimos temiendo quebrarse irreparablemente.
Definitivamente vivimos el amor de diferentes maneras... hay cada forma rara de expresar amor... y diversidad de modos de sentirlo...
ResponderEliminarLo triste seria no experimentarlo nunca!
PD: No existen los príncipes azules ni las princesas rosadas, mas bien están los ginetes sin cabeza y las brujas de salem. He dicho!
El amor es subjetivo, de eso no hay duda.
ResponderEliminarEl tema, es tenerlo, y poderlo llevar a buen puerto.
Lo demàs, es anècdota.
Sè que Disney muestra una una fantasìa, con sus Principes y princesas.
Pero el amor romàntico, no puede morir nunca, aunque haya gente que lo considere patriarcal. (Sì, hay feministas que proclaman que el "romanticismo", es sexista, y debe ser abolido!! Que buena vida, debe llevar esa gente! jajajajaja!)
apuesto al amoe, aunque no estè acà.
Un abrazo.
Cynlei: a veces nos desencantamos cuando no nos pueden amar de la misma forma en la que uno ama o de la que uno espera y desea al menos.
ResponderEliminarGaucho: le debo muchas visitas! Acá somos feministas pero de una manera distinta a ésas que ud menciona.
Yo también apuesto al amor, aunque por el momento voy perdiendo.
Reflexión más que adecuada para un lunes, che. Al menos para mi que lo estoy leyendo hoy :) Filio escribe: "tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio... y coincidir". El "secreto" está en eso, que el tiempo, las ganas y las personas coincidan. Príncipes y princesas, al ser parte de un cuento, no pueden sino contener sino tener inventos del autor o autores, porque lastimosamente la verdad no enamora, así que por ahí tal vez se encuentre el principio de alguna explicación. Existen amores para toda la vida, porque sé que mi vida no alcanzará para devolver todo el amor que mis padres, hermanos y sobrinos me hacen sentir y me brindan. Mientras tanto, yo también sigo esperando coincidir...
ResponderEliminarAle, que lindo comentario el tuyo!
ResponderEliminarUna vez alguien me dijo: coincidir en el tiempo y el alcance de la idea.
Lo más difícil es eso, el alcance de la idea.