miércoles, 29 de diciembre de 2010

Crucemos los dedos!


He dejado entrever en muchos de mis posteos anteriores mi escepticismo hacia muchas cosas, en esta ocasión confieso que no soy creyente de las cábalas, ritos o similares.

Sucede que se acerca uno de los días más importantes para todos los cabuleros, que ya deben tener preparados todos los elementos necesarios para la noche de Año Nuevo!!

En mi familia, esa noche inexorablemente alguien se atraganta con alguna uva, ves a alguien salir a la calle con una maleta, otros subiendo a sillas, escalando escaleras, engullendo lentejas, vestidos de un blanco despampanante o luciendo alguna sexy bombacha roja.

Yo, nunca hice nada de eso, capaz por eso me va de esta manera, aunque tampoco me quejo, un color no lo predijo, pero a fuerza de sacrificio tuve mis gratificantes momentos y regalos en este 2010.

Pensé que quizás esas viejas tácticas no me sirven porque mis aspiraciones son un poco más contemporáneas, así que supongo que es el momento ideal para innovar e implementar nuevos rituales.

  • 6000 Gs entre las tetas: a ver si en la copa America terminás siendo Miss-ing (por caradura), y para redoblar la apuesta ponés 12.000 donde termina la espalda. Te lloverán contratos y toqueteos.
  • Vestir una sotana: hará que el dinero de otros vaya a parar a tus arcas. Efectos secundarios, parte de ese dinero será destinado a pensiones alimenticias.
  • Usar orejitas de conejo: para conseguir un matrimonio con un “adulto” de más de 80 años y bastante fortuna acumulada.
  • Usar un vestido de carne: no sos Lady Gaga ni estas por recibir un premio en los MTV Awards, pero podés ostentar ya que el precio de la carne está por las nubes y además te sirve para rematar un levante diciendo: con tu calor y un poco de sal, no vas a parar hasta chuparte los dedos!

Mi medicación no está funcionando bien estos días, pero estos santos últimos días son tan difíciles de llevar que un poco de locura me viene bien.

Me pregunto, ¿cuáles otras cábalas podrían funcionar?

lunes, 27 de diciembre de 2010

Verdugos del habla

Una frase muy popular reza: la palabra vale plata, el silencio oro; salvo que el síndrome chapulinistico se haya apoderado de mí, creo que venía por ahí la cuestión.

¿A qué viene esto? Simplemente a que no tengo la más remota idea sobre que escribir, pero tampoco quiero dejar de publicar algo. Lo primero que una persona normal diría es que no se siente inspirada, sin embargo, lo único que mi cabecita retorcida puede pensar es en: El Silencio.

Es verdad que quedarse callado es un buen negocio la más de las veces, y lo dice alguien que ha fracasado en esa empresa, pues ese filtro que usualmente la gente tiene donde tamiza lo que es conveniente expresar y lo que no, no funciona, incluso he llegado a creer que vine sin uno de esos. Los años, las metidas de pata, y muchas antipatías ganadas me han obligado a manejarlo mejor.

Y aunque me he declarado infinidad de veces como una loba solitaria, que disfruta singularmente de la quietud, el aislamiento y la mudez, existe una afonía que me pone sumamente nerviosa, y a la que nunca logro romper con éxito.

El tan afamado Silencio Incómodo entre dos personas, a ese no me lo trago; particularmente me pasa no sólo con gente que acabo de conocer, sino que tengo un listado de personas con las que a pesar de los años nunca sé de que hablar, son sicarios involuntarios de mi locuacidad e imaginación.

El clima es la muletilla más antigua, y me funciona, porque a un comentario como:

-Que calor!

-Sí, infernal como mis pensamientos cuando veo a Jude Law;

O:

-Me congelo, fríooo

-Casi tanto como Sanie Lopez Garelli dando las noticias

O:

-Cuanta humedad!!!!

-Aplastante como resaca de año nuevo

Siempre puedo rematar con algo que de pie a una sonrisa y que además genere confianza, pero con esos que conforman mi listado, éstas cosas no me nacen y siempre pienso que no van a encontrarlos graciosos, sino preocupantes, delirantes, de loca pues!

Por eso cuando me toca esa situación con algunos de estos demoníacos enemigos de la conversación pienso en una canción del gran Miles Davis, pues el sentenció alguna vez: “El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos” (y da miedo).

miércoles, 15 de diciembre de 2010

No estoy Verde!


Agoniza, convulsiona y como es habitual en el lecho de muerte, pasa toda su existencia como una película, se arrepiente, se frustra pero entiende que es tarde para intentar cambiar algo, que ya el daño está hecho y hay que dejarlo ir, pero de todas formas sigue ahí, pataleando por un poco más de permanencia.

Diciembre es así, y como le decía a una amiga, cada año resuelvo las mismas cosas, me impongo las mismas metas que hace 10 años y al final del siguiente año sé que los resultados serán exactamente iguales al anterior.

En este doceavo mes todo gira en torno a la Navidad, guirnaldas, renos, papá noeles, comida, aguinaldos mal gastados, ladrones ávidos de evitarte el cargo de conciencia por el derroche de tu dinero, invasión de vendedores, pinos blancos de plástico, gorras, medias y chimeneas en un país donde cada 24 sobrepasamos los 35°, y que ante tanta demanda de energía el ente proveedor corta el suministro.

Admito que me gusta abstraerme un poco de todo ese convencionalismo (menos el de tirar la plata), así que evito ver los canales de televisión por temor a cruzarme con Mi pobre Angelito, por eso el fin de semana me alquilé una película, Ghost of Girlfriends Past, y me topé con una versión amorística de Canción de Navidad, esa magnífica obra escrita por Charles Dickens, que en mi niñez me llenaba de esperanzas, y de la que al parecer no tengo escapatoria.

El cuento fue escrito por el inglés en 1843, 167 años de infinitas versiones, y tanto nos han contado la historia que parece obligatorio crearnos nuestros propios fantasmas del Pasado, Presente y Futuro, que sin lugar a dudas nos encuentra descomunalmente endebles en estos días en que la llama de un año se va extinguiendo.

No soy un Ebenezer Scrooge, creo al menos, pero hay dos aspectos que impiden que “las Navidades” me sean tan emocionantes como a los demás. La primera que esa fraternidad, generosidad y nobleza de la gente en esas fechas me genera mucha desconfianza porque son tan efímeras e hipócritas como promesa de político en campaña electoral. Lo segundo y más importante, tengo un terror infinito de ver las innumerables cagadas que he cometido en el pasado, ver un presente deplorable y arruinarme el futuro conociendo el final de antemano.

La vida es como la cartera de una mujer, si revolvés mucho podés encontrarte con cosas desagradables e inservibles incontables veces antes de hallar lo que realmente estás buscando, y a mi me gusta viajar ligero.

Esas son mis razones, pero definitivamente: NO SOY UNA GRINCHA (sabes que te digo a vos)